La finalidad del zen es la iluminación: la percepción inmediata, no refleja, de la realidad, sin
contaminación afectiva ni intelectualización, la captación de la relación de mí mismo con el universo.
Esta nueva experiencia es una repetición de la percepción pre-intelectual, inmediata, del niño,
pero en un nuevo nivel, el del pleno desarrollo de la razón del hombre, la objetividad, la individualidad.
Mientras que la experiencia del niño, la de inmediación y unidad, antecede a la experiencia de
enajenación y la separación entre sujeto y objeto, la experiencia de iluminación la sigue

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