A diferencia del animal, que en
sus instintos tiene un mecanismo “innato” de adaptación a su medio y vive completamente dentro
de la naturaleza, el hombre carece de este mecanismo instintivo. Tiene que vivir su vida, no es vivido
por ella.
El hecho mismo de nacer plantea un problema. En el momento del nacimiento, la
vida le plantea una pregunta al hombre, y él debe responder a esta pregunta. Debe responderla en
toda momento; no su espíritu, ni su cuerpo, sino él, la persona que piensa y sueña, que duerme y
come, que llora y ríe, el hombre total.
¿Cuál es la pregunta que plantea la vida? La pregunta es: ¿cómo podemos superar el sufrimiento,
el aprisionamiento, la vergüenza que crea la experiencia de separación; cómo podernos encontrar
la unión dentro de nosotros mismos, con nuestro semejante, con la naturaleza? El hombre
tiene que responder a esta pregunta de alguna manera; y aun en la locura se da una respuesta, rechazando
la realidad fuera de nosotros mismos, viviendo completamente dentro de la concha de nosotros
y superando así el miedo a la separación.

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