miércoles, 28 de octubre de 2009

Budismo zen


Cualquiera que sea la formulación que pueda hacerse sobre cualquier tema, está sin remedio
en la superficie de la conciencia en la medida en que puede reducirse de alguna manera a un tratamiento
lógico. El entendimiento sirve a propósitos variados en nuestra vida diaria, hasta el punto
de aniquilar a la humanidad, individualmente o en masa. Sin duda es algo muy útil, pero no resuelve
el problema último con el que cada uno de nosotros tropieza más tarde o más temprano en el curso
de su vida. Este es el problema de la vida y la muerte, que concierne al significado de la vida.
Cuando nos enfrentamos a él, el entendimiento tiene que confesar su incapacidad para resolver el
problema; porque indudablemente llega a un impasse o aporía que, por su naturaleza, no puede evitar.
El callejón sin salida intelectual al que llegamos ahora es como “la montaña plateada” o “el
muro de hierro” que se levanta ante nosotros. No es la maniobra intelectual ni el truco lógico, sino
todo nuestro ser lo que es necesario para lograr una penetración. Es, nos diría el maestro zen, como
trepar hasta la punta de un palo de cien pies de largo y ser instado, sin embargo, a trepar cada vez
más hasta que se ve uno obligado a dar un salto desesperado, olvidando por completo la seguridad
existencial. En el momento en que se ejecuta este salto se encuentra uno seguro sobre el “pedestal
florecido de lotos”. Este tipo de salto nunca puede intentarse mediante la intelección ni la lógica de
las cosas. Ésta sólo abarca la continuidad y nunca un salto sobre el abismo. Y esto es lo que el zen
espera que realicemos cada uno de nosotros a pesar de una aparente imposibilidad lógica. Por esta
razón, el zen siempre nos incita desde atrás a proseguir con nuestro hábito de racionalizar para hacemos
ver por nosotros mismos hasta dónde podemos ir en este inútil intento. El zen sabe perfectamente
bien dónde está su límite. Pero generalmente no entendemos este hecho hasta que nos encontramos
en un callejón sin salida. Esta experiencia personal es necesaria para despertar la totalidad
de nuestro ser, porque por lo general nos satisfacen demasiado fácilmente nuestros logros intelectuales
que se refieren, después de todo, a la periferia de la vida.
Budismo Zen y psicoanalisis-E.From y Suzuki

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