
Todas las formas
de ansiedad vienen del hecho de que en alguna parte de nuestra conciencia existe el sentimiento de
conocimiento incompleto de la situación y esta falta de conocimiento conduce a una sensación de
inseguridad y a la ansiedad, con todos sus grados de intensidad. El “yo” está siempre en el centro
de cualquier situación con que podamos tropezar.
Por tanto, cuando el “yo” no se conoce plenamente,
no dejan de atormentamos preguntas y pensamientos como los siguientes:
“¿Tiene la vida algún sentido?”
“¿Es todo realmente ‘vanidad de vanidades’? Si es así ¿hay alguna esperanza de captar lo que
en verdad vale la pena alcanzar?”
“Estoy inmerso en el remolino de los meros hechos, todos dados, todos limitados, todos absoluta
y definitivamente invariables, etc. Estoy indefenso; soy el juguete de la fatalidad. Y sin embargo
afloro la libertad; quiero ser dueño de mí mismo. No puedo elegir; sin embargo, es necesaria una
decisión en un sentido u otro. No se qué hacer. Pero ¿qué soy ‘yo’ que estoy realmente detrás de
todas estas preguntas enredadas y atormentadoras?”
“¿Dónde está pues el suelo seguro en el que pueda sostenerme sin ninguna sensación de ansiedad?
O ¿qué es el “yo”? Porque yo sé que “yo” puede ser ese suelo seguro. ¿Será éste el hecho
que no había podido descubrir hasta ahora? El “yo” debe ser descubierto. Y estaré bien!

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