jueves, 29 de octubre de 2009

Desvio


El hombre renunció a la ilusión de un Dios paternal como ayuda paternal, pero también renunció
a los verdaderos fines de todas las grandes religiones humanistas: superar las limitaciones de un
yo egoísta, alcanzar el amor, la objetividad y la humildad, y respetar la vida de tal modo que el fin
de ésta sea ella misma y el hombre se convierta en lo que es potencialmente.
Oriente,
sin embargo, no tenía la carga del concepto de un padre-salvador trascendente en el que expresaban
sus aspiraciones las religiones monoteístas. El taoísmo y el budismo tenían una racionalidad y un
realismo superiores a los de las religiones occidentales. Podían ver al hombre en forma realista y
objetiva, sin tener a nadie que lo guiara salvo los “iluminados” y siendo capaz de ser guiado porque
cada hombre tiene dentro de sí mismo la capacidad de despertar y ser iluminado. Ésta es precisamente
la razón por la que el pensamiento religioso oriental, el taoísmo y el budismo —y su mezcla
en el budismo zen— tienen tanta importancia para el Occidente actual.
El budismo zen ayuda al
hombre a encontrar una respuesta a la pregunta de su existencia, respuesta que es esencialmente la
misma que la dada por la tradición judeo-cristiana y, sin embargo, que no contradice la racionalidad,
el realismo y la independencia que son los logros inapreciables del hombre moderno. Paradójica-
mente, el pensamiento religioso oriental resulta estar más cercano al pensamiento racional occidental
que el propio pensamiento religioso occidental.

No hay comentarios: