jueves, 29 de octubre de 2009

Intrepidez

La persona intrépida
no teme a las amenazas, ni siquiera a la muerte.
Un individuo puede ser intrépido, primeramente, debido a que no le
importa vivir; para él, la vida no es muy valiosa.
La segunda clase de osadía es la del individuo que vive sometido simbióticamente a
un ídolo, sea éste una persona, una institución o una idea.
La tercera clase de intrepidez la encontramos en la persona totalmente desarrollada,
que descansa en sí misma y ama a la vida.
Quien se ha sobrepuesto a la avidez no se
adhiere a ningún ídolo o cosa y, por lo mismo, no tiene nada qué perder: es rico
porque nada posee, es fuerte porque no es esclavo de sus deseos. Este tipo de persona
puede prescindir de ídolos, deseos irracionales y fantasías, porque está en pleno
contacto con la realidad, tanto interna como externa
Quienquiera que trate
de avanzar hacia el estado de ser él mismo plenamente sabe que se produce una
inconfundible sensación de fuerza y de alegría en donde fuere que se dé un nuevo
paso hacia la osadía.
La esperanza y la fe, siendo cualidades esenciales de la vida, se dirigen por su
misma naturaleza a trascender el statu quo individual y social.

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